HISTORIA DEL SEÑOR DE AYABACA 2020
Según la historia, el año 1751, el sacerdote español, García Guerrero quiso dar a su pueblo una imagen del Señor; para lo cual se decidió utilizar un tronco, del que había brotado sangre luego que un labrador le diera un hachazo. Era de un árbol de cedro, encontrado en el cerro Zahumerio de Jililí.
Tres hombres vestidos con impecables ponchos blancos de lana llegaron al pueblo de Ayabaca. Trotaban sobre tres briosos caballos albinos. Eran artistas talladores. Y se comprometieron a esculpir la imagen del Señor Cautivo a condición de que el pueblo guardara absoluta reserva sobre su presencia. Nadie, además, debía interrumpirlos durante sus labores y los alimentos les serían servidos solamente al amanecer. Ningún poblador debía verlos trabajar.
Pasó el tiempo y la curiosidad de los ayabaquinos pudo más que su paciencia. Querían ver los avances de trabajo de los tres misteriosos caballeros. Los pobladores se acercaron a la casa, llamaron insistentemente y, al no obtener respuesta, creyeron que se habían burlado de ellos. Entonces forzaron la puerta. En el interior no había persona alguna y la comida estaba intacta. Pero ante ellos se alzaba, imponente y majestuosa, la escultura de un Nazareno con las manos cruzadas. Sólo entonces se dieron cuenta de que los autores eran ángeles vestidos de chalanes que al concluir la escultura alzaron vuelo y se perdieron. La historia creció, al igual que la fe y devoción, más aun si consideraban todo ello, una «obra de ángeles»; como la llamaron.
El año de 1904, el Rvdo. P. Tomás Eliseo Velásquez, inauguró el templo, el que fue refaccionado en 1974. Cuando se reconstruyó la fachada, se agregaron dos escalinatas para facilitar la veneración de la imagen.
En el día central de la festividad (13 de Octubre), se lleva en procesión por las calles del pueblo, la bella imagen de un metro ochenta de estatura. Las calles de dicho recorrido, son previamente alfombradas con flores.
El Cautivo representa el momento en que, tras ser apresado en Getsemaní, Cristo fue abandonado por sus discípulos (ver Mt 14, 50). Jesús, de pie, maniatado, refleja en su rostro una profunda desolación. Viste túnica morada con áureos bordados. Sus poderosas manos están atadas con dorado cíngulo. Sobre su cabeza esta una corona de espinas de oro, en la que resplandecen tres potencias del mismo metal.
En los meses de Septiembre a Octubre quien ha viajado por la carretera Panamericana Norte, habrá visto pegados a la pista colas interminables de fieles, vestidos de morado, jóvenes y mayores, hombres, mujeres, y mujeres con niños en brazos; son los peregrinos que se encaminan con destino a Paita a venerar a la Virgen de las Mercedes «La Mechita», y luego encaminarse a la serranía piurana, concretamente a la provincia de Ayabaca.
Grandes son las colas que serpentean por el trayecto hacia la tierra del Cautivo, muchos de ellos llevan una Cruz a cuestas, otros con sus mochilas y en ella lo indispensable. Con ellos traen instrumentos musicales y en el camino vienen ejecutándolos, cantando para atenuar el trajín de la caminata. Estos grupos de peregrinos son las llamadas Hermandades. Las autoridades colaboran con la Fe de los peregrinos, socorriéndolos todo el trayecto. Se sabe de personas con delitos leves purgando cárcel y que obtienen permiso para retirarse de la penitenciaría y cumplir con su promesa de «peregrinar» hacia el Divino Cautivo. Cumplida tal promesa regresan a su prisión.
El 13 de Octubre de cada año se celebra en Ayabaca la festividad en honor al Milagroso Señor Cautivo de dicha provincia de la serranía Piurana. Los fieles tienen una gran devoción por los milagros que reciben de Él.
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